La Confederación General del Trabajo (CGT) se encuentra en una encrucijada, marcada por la clara división entre un sector dialoguista y aquellos que abogan por un enfrentamiento directo con el gobierno. Este quiebre, reconocido recientemente por uno de sus cosecretarios generales, Pablo Moyano, revela la falta de cohesión interna y el dilema que enfrenta la central sindical ante un mandato que se extiende hasta 2026.
La dirección de la CGT ha fracasado en ejecutar las resoluciones adoptadas en su última reunión del Consejo Directivo, llevada a cabo el 25 de julio. A pesar de haber anunciado la ruptura del diálogo con el gobierno y la intención de establecer un plan de lucha unificado, los esfuerzos se han limitado a respaldar protestas sectoriales. La reciente manifestación de diferencias internas se materializó con la renuncia de Sergio Sasia, líder de la CATT, quien, en nombre del diálogo, se distanció de Moyano, evidenciando la polarización existente entre los distintos sectores del movimiento obrero.
Moyano ha expresado su frustración, señalando que la CGT está «partida de hecho». Esta declaración subraya la existencia de dos posturas: una que opta por la negociación, representada por Héctor Daer y Andrés Rodríguez, y otra que él lidera, abogando por una confrontación directa con el gobierno. A su juicio, la falta de reuniones y debates dentro de la CGT resalta un profundo desacuerdo sobre la estrategia a seguir.
Un punto crucial en su argumentación es la reciente desregulación del sector de correo y logística, que, según él, tendrá repercusiones devastadoras en el empleo y en las pequeñas y medianas empresas. Moyano advierte que esta medida incentivará el trabajo no regulado, perjudicando a los afiliados y poniendo en riesgo derechos laborales fundamentales. Además, responsabiliza a ciertos legisladores peronistas por la aprobación de leyes que, a su entender, fomentan la competencia desleal y perjudican a la industria nacional.
El actual clima de discordia sugiere que, aunque la CGT no renovará su Consejo Directivo hasta 2026, el camino hacia una posible escisión no puede ser descartado. La falta de unidad dentro de la CGT no solo debilita su posición frente al gobierno, sino que también amenaza la defensa de los derechos de los trabajadores. La creciente descontento y división interna plantean interrogantes sobre la eficacia de la CGT para representar, de manera cohesiva, los intereses de sus afiliados en un contexto político y económico desafiante.